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Arropado por el canto de Ruper Ordorika, Atxaga presentó ayer Obabakoak en la Feria del Libro de La Habana

08/02/2006

Atxaga durante su charla de ayer en La Habana
Atxaga durante su charla de ayer en La Habana

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Arropado por la voz y el canto cómplice de Ruper Ordorika, Bernardo Atxaga presentó ayer en el marco de la XV Feria Internacional del Libro de La Habana su novela 'Obabakoak', publicada ahora en Cuba en el seno de de la colección 'Orbis' de la editorial 'Arte y Literatura'. Unas horas antes, en Nueva York, el film 'Obaba' de Montxo Armendariz, basado en la obra de Atxaga, conseguía el Premio ACE de la Asociación de Críticos de la ciudad a la mejor película, y Pilar López de Ayala, una de sus intérpretes, el galardón a la mejor actriz. El siguiente texto corresponde a la crónica de lo sucedido ayer en la Habana firmada por Prensa Latina.
El mundo imaginario de Obaba, la ciudad a la que el escritor vasco Bernardo Atxaga le insufló caracter terrenal, emergió aquí por la magia de la literatura, capaz de instalar la ficción, a pie firme, en el reino de la realidad. La experiencia fue compartida por numerosos lectores en la cuarta jornada de la Feria Internacional del Libro Cuba 2006, durante la presentación de Obabakoak, el título del texto en lengua euskara que significa "los de Obaba", traducido al español.

Su autor cedió a la isla los derechos de publicación de una obra vertida ya a más de 20 idiomas, y que vio la luz ahora, bajo el sello Arte y Literatura, en la sala que lleva el nombre de José Lezama Lima, el fallecido escritor cubano en quien Atxaga reconoce una de sus deudas estéticas permanentes.

Preservar un mundo en desaparición

En los 26 relatos que integran el volumen --independientes pero a la vez unidos como las voces de una coral--, el autor se propuso preservar la cultura secular de la región donde nació, asiento de los pueblos de Alkiza, Albiztur, Asteasu y Zizurkil, al abrigo de la montaña. Una cultura que comenzaba a perderse, arrastrada por las luces de neón del siglo XX y sus vientos de modernidad. Lo que había sobrevivido de la antigüedad se deshacía con rapidez, afirmó el novelista. De ahí que emprendiera la tarea de preservar ese mundo, no sólo en Obabakoak sino en otros títulos posteriores, entre ellos Poemas & Híbridos, Premio Cesar Pavese 2003.

Obaba remonta sus fronteras rurales para cobrar dimensión universal mediante personajes de carne y hueso, nacidos de ella pero susceptibles de habitar cualquier lugar del planeta, movidos por emociones, preocupaciones, incertidumbres y sentimientos comunes a cualquier ser humano. 'Hablando de los de Obaba, se habla de todo el mundo'. Un sitio aislado en el recuerdo pero ubicable, como lo delatan sus páginas, en el puerto de Hamburgo, en la Castilla fantasmal de Villamediana, en las vastedades y selvas de la Alta Amazonas.

Paisaje y memoria

Obaba es paisaje y memoria, apunta el crítico Francisco Maiztegui, pero también un ejercicio de fición sobre la fición, un taller de literatura en el cual la ficción se desdobla incesantemente. Ya se sabe que los recuerdos y las impresiones no se convierten de inmediato en literatura, aseguró Atxaga la víspera, sino que uno empeza a escribir y de pronto comienzan a surgir asociaciones, a superponerse imágenes, sensaciones, olores, una parte de la vida diaria. Uno va construyendo entonces sus textos como quien va cosiendo una tela --explica--, sin saber muy bien por qué. En mi caso, la vida en la montaña me marcó y sigue influyendome en forma decisiva, aunque no de la misma manera. Todo eso acaba por salir.

Hay también otras influencias indirectas como el silbato del tren en la noche, que tiene un significado distinto para las personas que lo escuchan en un pueblo perdido en el campo, en una atmósfera poblada solo por los sonidos y rumores de la naturaleza. El silbato obra, para ellos, como un motivo vital --señaló--, es parte de mis vivencias.

Niños perdidos

Al referirse a los temas que nutren sus libros, dijo que son innumerables y nunca se puedden abordar de la misma manera, pero hay uno que le resulta entrañablemente cercano, el de los niños perdidos. Esa conexión se entabló, a su juicio, en sus primeros años en la escuela a la que asistían niños venidos de la montaña, los marginales, los que estaban fuera de la vida, los asustadizos como les llamaban, siempre prontos a escaparse como el jabalí blanco de uno de sus relatos.

Jabalí blanco que no era otro que Javier --como cuenta Matías en uno de los relatos de Obaba. Un jabalí que un día atravesó la calle mayor del pueblo y, orillado por los cazadores, escapó al bosque. Era Javier 'que había mudado de naturaleza a causa de la triste vida que llevaba como persona'. Quizás de ahí naciera, sostiene Atxaga, lo que define como el credo principal de su vida: sólo hay belleza en la debilidad, nunca en el poder o en la fuerza.


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