Julen Yuguero. Y estos días la comunidad de euskaldunes allí radicada tiene la oportunidad de reconciliarse con la historia. El pasado sábado una comitiva de jóvenes dantzaris y músicos del centro reprodujeron el viaje de sus abuelos a la inversa y pisaron por primera vez Euskadi, donde pasarán quince días visitando el territorio y participando en fiestas para ofrecer al público local una muestra de las danzas vascas de Argentina.
“Hace ya dos años que empezamos a discutir la posibilidad de visitar Euskadi en grupo. Es la primera vez que lo hacemos en calidad de dantzaris”, explica Luis María Mújica, delegado del grupo y oriundo de la villa navarra de Aoiz. Esa idea germinó y no tardó en concretarse en una minigira de cinco fechas. Tras la primera muestra ofrecida el pasado sábado en Algorta, bailarán mañana en Zubieta, el 5 de agosto en Gorliz, y 8 y 9 de agosto en Hendaia. Entre una y otra exhibición, aprovecharán para conocer las capitales vascas y otros lugares con historia como Gernika, Lekeitio o Hendaia. “Tenemos muchas ganas de visitar los sitios de los que nos hablaron nuestros abuelos, pero lo que más ilusión nos hace es bailar en Euskadi”, cuenta Ángeles Ferreras. Tuvieron la oportunidad de hacerlo nada más pisar suelo vasco. Llegaron el sábado de madrugada y esa misma mañana ofrecieron una exhibición en Paellas de Algorta. “Estábamos muy cansados por el viaje, pero a la gente le gustó mucho. Hasta que escucharon nuestro acento no se dieron cuenta de que éramos argentinos”, bromea Mújica.
Ninguno de los 26 jóvenes que componen la comitiva supera la treintena, y la mayoría se iniciaron en dantza cuando no eran más que niños, siguiendo el ejemplo de sus abuelos y padres. Ensayan cada viernes, al menos dos horas, y ofrecen demostraciones en Argentina celebrando fechas señaladas, como el día del Euskera o el Euskadiko Eguna. Para este evento cuentan incluso con un retoño del árbol de Gernika, testigo privilegiado de sus bailes. Pero el evento estrella es la Semana Vasca Argentina, que se celebra cada año entre octubre y noviembre, y que congrega a dantzaris de todas las euskal etxeas de Argentina y Uruguay. “Ahí tenemos la oportunidad de tocar y compartir lo que sabemos. Al final, todos los dantzaris de allí nos conocemos y hacemos lo posible para no perder la tradición”, comenta Mújica.
Para prueba, el esfuerzo de dos miembros del grupo para aprender a tocar música vasca y así amenizar los bailes de sus compañeros. “En el centro había un txistu muy viejo, de alguna partida perdida. Nadie sabía tocarlo”, explica el txistulari Aitor Hormaechea, nieto de bermeanos. Así que él y otros compañeros se propusieron hacer sonar aquel extraño instrumento: “Al principio buscábamos simplemente que brotaran sonidos, y poco a poco conseguimos emular canciones fáciles como Ai Simon o Kalejira. La técnica llegó después”.
Además de la música y la danza, en la euskal etxea se desarrollan otras muchas actividades. Cursos de historia vasca, talleres de euskera... y hasta campeonatos de pala en su propio frontón. Pero, sobre todo, la euskal etxea es un centro de vida. “Muchos nos hemos criado allí y consideramos a los socios nuestra segunda familia”, cuenta Hormaechea.
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