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"Estudio una de esas lenguas que aquí, en el País Valencià, 'no vale para nada': el euskera" (La Vanguardia-n)

2017/05/24

Estudio en la Escuela Oficial de Idiomas una de esas lenguas que aquí, en el País Valencià, “no vale para nada”: el euskera. “¿Por qué lo estudias?”, o la peor: “¿Para qué?”, son algunas de las preguntas a las que nos enfrentamos, con frecuencia, los alumnos de mi clase (de diversas edades e ideologías políticas, cabe añadir). Parece que poco cuenta el mero interés por aprender, por conocer otra cultura y otras costumbres. Porque a través de las lenguas nos adentramos un poquito más en la forma de vida de un pueblo. ¿Sabíais que el japonés es una de las lenguas con más palabras para referirse a pescados?

Lotura: La Vanguardia

Por Raquel Andrés Durá. 

Mi profesor de la EOI, que ha vivido en Jordania, decía en una entrevista radiofónica que se puede vivir en ese país perfectamente hablando únicamente en inglés, como hacen muchos. Sin embargo, él prefirió estudiar árabe porque decía que era la mejor manera de acercarse a las personas del lugar; con el inglés siempre se quedaría en la superficie en sus relaciones personales.

Observé lo mismo en Escocia, donde estuve viviendo un año: los escoceses se abrían mucho más a los extranjeros que hacían el esfuerzo por aprender alguna palabra en su lengua propia. Cuando en lugar de decir rainy day (día lluvioso), soltabas: “It’s droochit!”. Y es que una lengua también te acerca a las personas, a su intimidad, y ayuda a tejer relaciones personales.

Una aclaración: ni el euskera, ni el valenciano, ni el inglés, ni el italiano ni ninguna otra lengua son de izquierdas o de derechas. Son idiomas que sirven para comunicarse, para intimar, para conocer otras culturas, para aprender, y a veces también para encontrar un trabajo. Las personas pueden decidir libremente por qué estudian una lengua; pero el futuro profesional y su ‘amortización económica’ no puede ser lo único que marque las políticas lingüísticas de un gobierno autonómico.

En cualquier caso, si nos ceñimos al futuro profesional, tampoco está de más recordar que el valenciano también es necesario, no solo el inglés: a falta de que se apruebe la Ley de Función Pública, será requisito para ser funcionario en todos los departamentos valencianos (así como en las Administraciones de otras Comunidades Autónomas); también las empresas privadas poco a poco se va avanzando en esa dirección y se valora cada día más su conocimiento. Por no hablar de quienes deseen desarrollar su carrera en un territorio del ámbito lingüístico común como Baleares o Catalunya, donde por cierto, en la mayoría de ofertas de trabajo (hasta para ser dependiente en una tienda de ropa) te exigen saber catalán.

Por eso veo todo un acierto que se haya dado la vuelta a esa batalla política por la lengua que, desgraciadamente, hemos vivido durante años en el País Valencià: el decreto de plurilingüismo es una apuesta de los centros educativos por las lenguas (en plural) o por el monolingüismo. Con él los centros primero, y los padres después, tendrían que elegir entre dominar valenciano, inglés y castellano, o solo castellano. Ahí está la libertad de elección.

Ahora bien, defender una supuesta libertad educativa con la separación del valenciano de un modelo que apuesta por las lenguas carece de sentido común. Negar a los niños su aprendizaje (al final son ellos los grandes perjudicados) es poner una traba más en sus vidas: en su facilidad para aprender nuevas lenguas, como así lo han demostrado varios estudios; en sus relaciones cotidianas y personales; en su conocimiento de las costumbres de su tierra; y también en la igualdad para acceder a puestos de trabajo, tanto en lo público como en lo privado.

Por todo eso me sorprende leer que los alumnos de un modelo que apuesta por las lenguas (en plural, insisto) puedan ver sus “derechos disminuidos”, como consta en el recurso presentado por la Diputación de Alicante. Veremos en qué queda la suspensión cautelar de ese decreto ‘por las lenguas’.

Si por el lugar donde hemos nacido tenemos una ventaja lingüística, debemos aprovecharla y no levantar estériles debates políticos. No quiero cerrar sin recordar la emocionante intervención en valenciano de la diputada por Podemos en Les Corts, Sandra Mínguez, hace pocos meses, en la que admitía sentir “envidia” por el privilegio de tener la oportunidad de saber dos lenguas por nacer en este territorio y pedía “no usar la lengua como instrumento de separación entre los valencianos”. Un gentilicio que también incluye a las alicantinas, como yo.



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