euskalkultura.eus

Iban Gorriti. El primer presidente del Gobierno provisional de Euzkadi viajó al país americano en octubre de 1941. Una de las personas que más ha estudiado aquella visita es el historiador uruguayo Alberto Irigoyen Artetxe. Tanto él, como el exdirector de Relaciones con las Colectividades Vascas Josu Legarreta estiman valiosa para la comunidad vasca y la uruguaya.

A juicio de Irigoyen la importancia de la visita es doble. “Por un lado es trascendental para los vascos y, por otro, lo es para Uruguay porque recibiendo a Aguirre y rindiéndole un homenaje en la Cámara de Representantes subrayó el carácter democrático y nítidamente proaliado de la nación en un momento en que el mundo no tenía las cosas demasiado claras y las simpatías estaban divididas”, señala.

El historiador cree necesario contextualizar la visita en una época en la que tanto Argentina como Brasil “se decantaban por el Eje y este hecho sucedió antes de la batalla de Stalingrado, cuando los alemanes aún conservaban todo su poderío y los aliados llevaban la peor parte, por lo que sin duda significó una apuesta importante por la democracia en el mundo”.

Irigoyen observa que la presencia del lehendakari tuvo importancia para la colectividad vasco-uruguaya, porque tras su visita, y sobre todo tras escuchar su versión de lo que había sucedido en la guerra de Euskadi, muchos de los que habían creído la versión franquista de que “el Gobierno vasco era rojo, separatista y asesino de religiosos, comprendieron que habían sido engañados”. En palabras del historiador, para que ese cambio sucediera sin duda fue fundamental la visibilidad y el apoyo que las más altas autoridades uruguayas le brindaron al ser recibido, entre otros, por el presidente del país, los ministros y el parlamento.

La valoración de Legarreta camina por esa misma senda de pensamiento. “Admirable fue la gestión del centro vasco Euskal Erria en la recepción del lehendakari hace 75 años, y muy resaltable la importancia de su programa conmemorativo implicando al Parlamento uruguayo”, valora. Y va más allá en reconocer la labor de las casas vascas en la diáspora: “Ejemplos como el programa de actos de esta semana del centro vasco Euskal Erria son buena prueba de que las Euskal Etxeak son un apoyo para las Instituciones Públicas de Euskadi”.

Echando la vista 75 años atrás, el lehendakari José Antonio Aguirre llegó a Montevideo el 8 de octubre de 1941. Fue recibido por el pueblo y las autoridades uruguayas “no como un anónimo refugiado, sino como el presidente de un país que había luchado valientemente contra uno de los representantes de la tiranía totalitaria que asolaba al mundo libre”, precisa Irigoyen.

A la calurosa acogida que le habían dispensado los representantes de los partidos políticos desde la propia tribuna parlamentaria, hubo de sumar el de las instituciones republicanas españolas.

Su llegada sufrió la repulsa del periódico franquista Hispanidad, que en su edición de octubre publicaba un artículo contra los diputados uruguayos que habían homenajeado a Aguirre, a quien calificaron como “caudillo de opereta” o “Napoleonchu”, “desconociendo los crímenes que se le atribuían en la España franquista”.

El 10 de octubre, el Marqués de los Arcos, representante de la legación española en Uruguay, informaba a su ministro de Asuntos Exteriores sobre la visita a la que se opuso. Pero si la llegada de Aguirre había preocupado al representante franquista, la indignación que sufría ante los numerosos homenajes que se anunciaban por la prensa, y en especial el que se le brindaría en el Parlamento uruguayo, le llevaron a cometer la imprudencia de advertir al ministro de Relaciones Exteriores sobre su “grave preocupación y temor” ante un “acto poco amistoso”.

Todo ello aun habiendo tomado la decisión de restarle importancia al visitante pues, como él mismo había informado a Madrid: “sería contraproducente dar importancia excesiva a lo sucedido, pues sería dársela también al homenajeado. Por eso en todas las ocasiones que se me han presentado les manifiesto a los uruguayos mis sentimientos por ellos, ya que sorprendidos en su buena fe han sido los únicos que han podido tomar en serio una figura como la del “Napoleoncho de Bilbao”.

El ministro español informaría nuevamente a su superior en Madrid: “Aguirre embarcó anoche para Buenos Aires, tras asistir a un sesión especial en su honor en la Cámara de Representantes”.

El historiador Alberto Irigoyen reflexiona sobre la presencia del primer lehendakari a aquel su país. “Seguramente que para José Antonio de Aguirre, su paso por Uruguay no significó más que una pequeña cuenta en el largo rosario de un exilio tan amargo como interminable. Pero para todos aquellos hombres congregados en torno al ideal nacionalista y que en aquel momento lograron la imprescindible colaboración del gobierno, los partidos políticos y el pueblo uruguayo para que José Antonio de Aguirre volviera a representar la esperanza de todo una nación, fue un significativo episodio que los colmó de orgullo por el resto de sus vidas”.

En dos oportunidades más el lehendakari visitaría el país del cono sur americano: en 1942 y en 1955. En este último año, Aguirre fue invitado a los estudios de radio Ariel en donde fue grabado su mensaje a la ciudadanía y a los no pocos vascos residentes en el país, dando lugar a la existencia de “uno de los pocos registros de su voz que aún se conservan”, concluye Irigoyen.