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Urtzi Aranburu, bailarín solista de la Nederlands Dans Theatre: «Los veteranos debemos volver a casa para enseñar a los jóvenes nuestra experiencia» (en El Diario Vasco)

03/01/2006

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Teresa Flaño/Donostia-San Sebastián. La gala benéfica con la que se conmemora el veinticinco aniversario del Estudio de Danza Thalia y que tendrá lugar mañana en el auditorio del Kursaal servirá para homenajear a su creadora y directora Mentxu Medel. Bailarines que dieron sus primeros pasos bajo sus órdenes y que ahora se encuentran en las mejores compañías del mundo vuelven a a San Sebastián para participar en el reconocimiento. El donostiarra Urtzi Aranburu (1972), solista de la Nederlands Dans Theater de La Haya es uno de ellos.

--Jone San Martín, primera bailarina de The Forsythe Company de Frankfurt, Lucía Lacarra, bailarina principal del Ballet de la Ópera de Munich, Iker Murillo, bailarín solista del ballet de Zurich, y usted mismo dieron sus clases con Mentxu Medel ¿Qué tiene para que muchos de sus alumnos hayan tenido tan buena proyección profesional?

La respuesta es muy sencilla: enseña muy bien. Desde el principio muestra que la técnica no es todo y trasmite la forma de sentir la danza. Ella misma dice que una cosa es enseñar y otra sentir.

--¿Cómo recuerda esos años?

Con mucha ilusión. No tenía ni idea de baile clásico. Con cuatro años comencé en el grupo de bailes vascos Gaztetxo con Lorenzo Gorrotxategi y luego, en 1981 ya pasé a la academia de Mentxu donde estuve hasta 1987. También hice un poco de danza contemporánea en la academia de Iñaki Landa.

--Ahora es bastante raro ver a niños en clases de danza clásica, pero hace veinticinco años todavía más. ¿Se sentía extraño?

Al principio reconozco que me corté, pero en mi casa siempre se ha respirado el baile porque mi madre y mi hermana han hecho ballet.

--Luego consiguió becas de la Diputación Foral de Gipuzkoa y del Gobierno Vasco y se marchó a Madrid. ¿Fue duro?

Sí. Tenía quince años y me costó adaptarme, pero luego me sentí muy cómodo. Es una pena, pero si quieres seguir en este mundo no puedes quedarte en San Sebastián. Aquí hay mucha materia prima, pero para pulirla hay que irse.

--Usted es un caso raro porque lleva quince años en la misma compañía, Nederlands Dans Theater, cuando lo normal suele ser ir fichando por distintos grupos.

La verdad es que me siento muy cómodo y no necesito nuevos alicientes. He estado con los mejores coreógrafos del mundo sin moverme de la compañía y tampoco tengo ya años para comenzar a hacer audiciones. Jirí Kylián confió en mí, me contrató y le estoy muy agradecido. Allí tengo muchas posibilidades para trabajar porque al lado del estudio tenemos el teatro, construido expresamente para danza. Además, ahí también soy profesor del conservatorio donde enseño las piezas que presentamos con el ballet. Esta actividad me ha permitido ver que puedo alargar algo mi carrera porque un bailarín no es como un dentista o un abogado que puede estar en activo hasta los 65 años.

--¿Y que perspectivas tiene una vez que cuelgue las zapatillas?

Colgar las zapatillas cuesta mucho. La danza no la voy a dejar de golpe. Tengo en mente trabajar varios proyectos con un coreógrafo japonés, lo que me permitiría seguir en los escenarios un tiempo más.

--Pone a la Nederlands Dans Theater como ejemplo de cómo debe ser una compañía. ¿Echa de menos una compañía vasca de danza?

A mí se me está pasando el arroz y nunca podré bailar en esa compañía si se crea, pero para futuras generaciones sería muy importante. Pero irse fuera también es enriquecedor aunque depende del dinero, del lugar y de las ganas que tengas de hacerlo. Pienso que los veteranos tenemos un compromiso con los jóvenes, con los que empiezan, y una vez acabada nuestra carrera deberíamos regresar, aunque sea puntualmente, para enseñar nuestra experiencia en cursillos y talleres.

--¿El ballet es el patito feo de las artes?

Sí y no. Tenemos ayudas institucionales a través de becas, pero no son suficientes. Vuelvo a la edad. Nuestra carrera es muy corta y en poco tiempo tenemos que hacer mucho por eso necesitamos una ayuda especial. Un pintor o un escritor, salvo por razones muy extremas, pueden seguir desarrollando su trabajo hasta el final de su vida.

--¿Cómo es su vida en La Haya?

Es bastante aburrido. Yo estoy a gusto, pero el día a día es duro. A las cinco de la tarde se cierra todo y todo el mundo se marcha a casa. Pero como viajamos mucho no te da tiempo a cansarte de la monotonía. De los viajes me quedo con Japón, con Tokio, ahora vuelvo en junio y luego a finales de año estaré un mes. Me encanta la gente, chapurrear el japonés...

--Hace unos meses la Asociación de Profesionales de la Danza de Gipuzkoa le entregó su premio anual. ¿Qué le ha supuesto?

Te hace mucha ilusión porque son tus compañeros los que reconocen tu profesionalidad. También es cierto que, dadas las características de este premio, yo cumplía los requisitos porque creo que hago bien mi trabajo y soy consecuente con mis planteamientos. Pero el premio se queda ahí, al día siguiente hay que volver al trabajo.

--También ha estado en las listas para optar al Tambor de Oro. ¿Parece que de pronto todo el mundo se acuerda de Urtzi Aranburu?

Me quedé muy sorprendido. No tenía ni idea de que estuviera entre los nombres para ese reconocimiento. Fue mi padre el que me dijo: Mira sale en El Diario Vasco que estás entre las tres personas elegidas. Por un lado te llena de orgullo porque se trata de tu ciudad, y por otro me hizo gracia.

(publicado el 03-01-2006 en El Diario Vasco)


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