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Tres amerikanuak de Sunbilla explicaron en Burlada sus años de trabajo como pastores en Estados Unidos

16/01/2007

De izda. a dcha., Jesús Goldáraz, José María Arretxea, Jesús María Jorajuría y Fermin Zelaieta (foto Antonio Olza-DNN)
De izda. a dcha., Jesús Goldáraz, José María Arretxea, Jesús María Jorajuría y Fermin Zelaieta (foto Antonio Olza-DNN)

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Son viejos conocidos para los lectores de EuskalKultura.com, sunbildarras y emigrantes retornados que se desplazaron en su juventud al Oeste Americano en busca de un futuro mejor. Jose Mari Arretxea, Jesus Mari Jorajuria y Fermin Zelaieta se reúnen cada año el primero de mayo en la sociedad Uli Beltzak de Sunbilla para recordar con otros amerikanuak como ellos los tiempos álgidos de la emigración vasca al Oeste, una época en que trabajaron de pastores en Arizona, Wyoming, California o Idaho. Esta vez compartieron sus recuerdos y experiencias con el público de la también navarra localidad de Burlada, invitados a su Semana de Montaña. Ana Ibarra resumía así el encuentro en las páginas de Diario de Noticias.
La parroquia San Blas de Burlada acogió recientemente un encuentro de pastores como acto central de la tradicional Semana de Montaña y coincidiendo en su última edición con los actos que tuvieron lugar el año pasado para homenajear a todos los ovejeros americanos que abandonaron los caseríos para labrarse un futuro mejor, y entre los que destaca el encuentro de pastores que tuvo lugar en Lesaka.

Tres pastores de la localidad de Sunbilla, José María Arretxea, Jesús María Jorajuría y Fermín Zelaieta narraron así sus experiencias en el monte durante décadas ante un numeroso público que acudió a la cita.

El párroco de Doneztebe, Jesús Goldáraz, hijo de pastor, fue el encargado de presentar la charla y de introducir las tres causas de la inmigración vasca en América (primero a Río de la Plata, Argentina, y luego subió a California y Norteamérica): el sistema del mayorazgo que hacía del caserío indivisible al pasar al hermano mayor, de generación en generación, obligando al resto a buscarse la vida; la explosión demográfica de aquellos años; y la escasez de recursos para familias numerosas donde convivían, abuelos, tíos, hermanos...

Sunbilla fue uno de los pueblos cantera en el fenómeno de la inmigración americana. Arretxea, de 61 años, tenía 19 cuando abandonó el caserío siendo el sexto de siete hermanos. Otro hermano y un tío estaban trabajando para el mismo patrón en Idaho, al igual que sus primos (Jorajuría), inicios que se repiten en muchos pastores. De los once hermanos Jorajuría, nueve fueron a tierras de América, y Jesús María, que marchó con 18 años a finales de los años cincuenta, llegó a conocer en tierras americanas a uno de ellos que nació más tarde y que también emigró.

Una nueva vida

Acostumbrado a trabajar con las ovejas, vacas y cerdos, y en el monte, no le costó a José María adaptarse a la nueva vida (ocho años, llegó en 1965), a otra escala eso sí, con rebaños de hasta 2.700 cabezas en verano. En cada uno de ellos, había un único pastor y la figura del campero que se encargaba de las provisiones y de tirar del carro (caballos). Había que levantarse muy temprano, para las cuatro de la mañana, para hacer bien el trabajo: "Lo duro era la soledad pero el trabajo tenía sus horas, lo importante era que tuvieras afición, que hubiera vocación, y ésa fue la suerte que tuvimos casi todos los compañeros que fuimos a América, que nos gustaban las ovejas", indica.

No ocurrió lo mismo después, con muchos pastores que llegaron desde otros países...", señala. Había que buscar los mejores pastores, también en el desierto o en las sierras altas. Era lo que les diferenciaba de los vaqueros, que además de ser americanos y llevarse por ello la fama, no tenían un trabajo tan "sacrificado, ni siquiera se quedaban por las noches". Recuerda que los coyotes y los osos eran los principales enemigos de sus rebaños. Atravesaban las reservas de indios para buscar los campos donde iban a parir las ovejas en primavera, pero nunca existieron conflictos con aquellos exóticos vecinos. "Eramos muy respetuosos con los lugares donde ellos tenían enterrados a sus muertos y allí tenían sus ritos, sus flores y zonas cercadas. Se desplazaban con viejos carros y trabajaban en una mina... Tenían una piel finísima, apenas les salía barba", apostilla.

Distinta cultura

La mayoría de aquellos pastores regresó a su tierra natal. José María Arretxea aprendió a hablar inglés gracias a la radio, a los patrones americanos con los que tuvo que despachar y a un pequeño diccionario. Sin embargo, la sociedad que encontraron en aquellas tierras estaba "a más de 200 años de distancia de la cultura que nosotros conocíamos". A los 20 años, "estás en la flor de la vida" pero algunas realidades asustaban, admite. "Igual ibas a un bar y podías hablar con alguna mujer pero resulta que estaba separada tres o cuatro veces, y tu decías, ¿pero qué es esto, dónde me meto?". ¿Familia? "Soltero", responde. Hoy es el día en que afirma que no ha encontrado ninguna mujer que le quiera, aunque reconoce que todavía está a tiempo.

(publicado el 14-01-2007 en Diario de Noticias de Navarra)


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