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Ser vasco e inmigrante. El catedrático José Luis Orella se pregunta en este artículo 'si debe considerarse que las personas de la diáspora vasca por un lado o, por otro, la inmigración actual tienen ciudadanía vasca' (en el Diario de Noticias)

30/12/2003

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[por José Luis Orella Unzué, Catedrático de la Universidad de Deusto]

El pueblo vasco como todos los pueblos abocados a la globalización no ha nacido hoy, pero se conforma como sociedad viva todos y cada uno de los días de su existencia.

Los historiadores sabemos que las comunidades sociales como el pueblo musulmán, el español, el alemán o el cristiano son procesos sociales configurados de muy distintas raíces étnicas, ideológicas y culturales que llegan en un momento concreto a la conciencia de su propia existencia. Las personas humanas lo mismo que las sociedades nacen mucho antes de tomar conciencia de su existencia. La toma de conciencia es el momento fundacional. Todo lo anterior es prehistoria que será muy fundamental pero a la que no hay que atribuir ni la conciencia ni la responsabilidad de la persona o de la sociedad. Sin embargo, con ser importante este momento fundacional no es vinculante para el proceso personal y social que ha desencadenado con su existencia, la cual es y seguirá siempre siendo histórica. Detengámonos en algunos de los ejemplos citados.

El pueblo cristiano nacido únicamente para los discípulos judíos y circuncidados recibió un giro traumático cuando pensó admitir dentro de sus filas a los gentiles, a los no circuncidados, a los que no eran hijos del pueblo de Israel. La primitiva comunidad cristiana se vio desde ese momento obligada a admitir dentro de su seno a pueblos extraños.

El pueblo musulmán debió igualmente transformarse en su proyecto social cuando pensó en la admisión dentro de su seno de otros individuos y pueblos que no eran estrictamente de la raza árabe ya fueran indios o bereberes. El pueblo musulmán se expande actualmente por los cinco continentes.

Son dos sociedades históricas de base dogmática que en momentos históricos de su existencia, sin renunciar a ninguno de sus fundamentos constituyentes, han dado el paso al frente y han admitido la emigración. A partir de ese momento los emigrantes recién llegados son efectivos miembros de la Cristiandad o de la comunidad musulmana.

Del mismo modo el pueblo alemán o el astur-visigótico en momentos concretos de su historia tuvieron la oportunidad de expandirse respectivamente hacia el este o hacia el sur para aglutinar dentro de su proyecto social primitivo a unos pueblos de lengua, raza y religión distintas.

El pueblo alemán en un momento de su privilegiada reconquista se expandió hacia tierras germánicas del este y aun a tierras eslavas que con el tiempo han configurado la territorialidad del actual pueblo alemán.

Igualmente el núcleo originario astur proveniente de una élite civil y eclesiástica visigoda huida hacia la cornisa cantábrica comenzó una reconquista que fue paulatinamente y a lo largo de los siglos asumiendo en su proyecto social a pueblos de raza, lengua y religión diferentes. Cuando a partir de los Reyes Católicos llegó a su maduración la asimilación de estos pueblos peninsulares o extrapeninsulares o la expulsión del resto no asimilable (léase judíos o moriscos) se conformó el pueblo español.

Ambos pueblos, el alemán y el español, se consideran herederos de aquella simiente medieval, no dogmáticamente predeterminada en su proyecto, aunque la asimilación históricamente progresiva de muchos inmigrantes de distinta raza, religión y lengua fuera transformando socialmente aquel proyecto primitivo.

La historia en la configuración del ser nacional alemán o español no ha sido más que el desencadenante del proceso de consolidación social que se realiza en cada generación. Por razón de la historicidad del ser personal y social en cada puesta a punto del ser nacional ya no hay diferencia entre el autóctono y el emigrante, si bien el abanico territorial y racial, lingüístico y cultural haya quedado transformado.

El pueblo vasco también es un proyecto histórico que se ha puesto al día en cada generación. Los enemigos del pueblo vasco quieren darle a Sabino Arana un papel mesiánico de conformador dogmático que ningún historiador admitiría ni siquiera para sociedades y pueblos religiosos.

El pueblo vasco, como toda sociedad natural, en concreto la familiar, tiene una historia que cada una de las generaciones tiene el deber de transformar. Y como toda sociedad natural también los pueblos se alimentan de nuevos sujetos que los conforman, ya se incorporen éstos por generación natural o por adopción, ya provengan de integración laboral o de movimientos de emigración. Todos estos son miembros activos de esta sociedad vasca a la que están aportando sus experiencias y su historia.

Pero como en toda sociedad natural los miembros integrantes del pueblo vasco adquieren dos referencias fundamentales: la de ser miembros y la de querer formar parte de esa sociedad. Como en las mejores familias, también en todas las sociedades existen los hijos pródigos que renuncian de su familia aunque nunca dejarán de formar parte de la misma. A estos dos niveles se les denomina ciudadanía y nacionalidad.

El diagnóstico sobre la situación de Euskal Herria de la nazio eztabaida gunea con respecto a la ciudadanía afirma: 'La ciudadanía puede constituirse desde más de un punto de vista. Según algunas opiniones son ciudadanas y ciudadanos vascos quienes mantienen determinadas características culturales: hablar en euskara, por ejemplo; hay puntos de vista que contemplan el origen: que la persona y sus antecesores hayan nacido en Euskal Herria; otros contemplan únicamente la territorialidad: vivir en Euskal Herria, etcétera. De ahí surgen ciertos problemas de definición: por ejemplo, si debe considerarse que las personas de la diáspora vasca por un lado, o, por otro, la inmigración actual, tienen ciudadanía vasca'.

Respecto a esta determinación ciudadana la Propuesta de Estatuto Político de la Comunidad de Euskadi en su artículo 4.1 dice: 'Corresponde la ciudadanía vasca a todas las personas que tengan vecindad administrativa en alguno de los municipios y todos estos vecinos dispondrán de los mismos derechos y deberes'.

Según esta opción asumida entre varias los emigrantes que vienen a vivir al territorio del pueblo vasco, como los hijos naturales o adoptivos que arriban a una familia, no vienen a destruir nada, pero con su llegada lo transforman todo. Los hijos naturales y mucho más los adoptados son en cierta medida unos inmigrantes que llegan a la familia, deseados las más de las veces y otras por razones de fuerza mayor. Vienen no con la idea de negar la existencia de nada, pero con su integración transforman los equilibrios sociales de la célula familiar y social que los acoge.

Pero junto a la ciudadanía está la nacionalidad. El citado artículo en su punto 4.2 añade sobre la ciudadanía el término de nacionalidad vasca. Algunos articulistas y tertulianos no conciben este doble techo jurídico, que por otra parte es necesario considerar. La realidad que se explicita con el nivel de la nacionalidad nos lo aclara el mismo citado Diagnóstico cuando afirma: 'Es necesario distinguir entre el concepto de nacionalidad, que incumbe al ámbito subjetivo y el concepto de ciudadanía que incumbe al ámbito objetivo. En el primer caso, cada persona escoge, según sus sentimientos, a qué nación se adhiere, en el segundo por el contrario, ciertas normas administrativas deciden quién es o quién puede ser ciudadano o ciudadana de un Estado'.

Es decir, que la ciudadanía se adquiere mientras que la nacionalidad se elige. Por lo tanto, en el ámbito de Euskadi, los hijos naturales y adoptivos de las familias vascas, lo mismo que los inmigrantes que lleguen por ocio, por inversión económica o profesional o por fuerza de trabajo gozarán de los derechos y estarán sujetos a las obligaciones de la ciudadanía vasca. Pero estos ciudadanos de título pleno podrán elegir y elegirán libremente el pertenecer o no a la nacionalidad española, vasca o francesa u optarán por la doble nacionalidad, por ser únicamente europeos o simplemente como muchos intelectuales y algunos desarraigados optarán por ser internacionalistas sin el anclaje de nacionalidad alguna.

(artículo de opinión publicado el 30-12-2003 en el Diario de Noticias de Pamplona)


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