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Los 'gauchos' Larralde: cinco generaciones de una familia navarra ligada a la tierra de Benito Juárez (Argentina)

09/03/2005

La cría y doma de caballos, una pasión familiar (foto J.Iarussi)
La cría y doma de caballos, una pasión familiar (foto J.Iarussi)

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Desde que con tan sólo 17 años el navarro José Larralde llegara a Benito Juárez en 1888, la historia de la familia Larralde ha estado indisolublemente unida a estas tierras argentinas y al negocio ganadero. La estancia La Celina ha sido durante 117 años el vínculo central de una familia enamorada de la vida en el campo, de los caballos y de la 'vida del gaucho'. En la actualidad, los cuatro hermanos de la última generación de Larraldes muestran con orgullo su condición de 'gauchos vascos', luciendo en su cabeza la tradicional txapela. Sobre esta familia vasco-argentina habla el siguiente artículo del diario La Nación.
Durante 117 años, cinco generaciones Larralde han nacido, crecido y vivido de la práctica de la ganadería en la estancia La Celina, de Benito Juárez, en el sudeste bonaerense. Sus paredes de adobe permanecieron intactas ante el paso fugaz de la cola de un tornado, que en 1993 arrasó con la breve edificación de Estación López. Indudablemente tienen una misión. Son el símbolo de la fortaleza del vínculo que une a los Larralde con esta porción de tierra.

Actualmente, la casa principal está en manos de José Oscar Larralde, uno de los bisnietos del fundador del establecimiento, que comparte este lugar con su esposa, Ana Elhaiek y sus hijos, José Manuel, Francisco, Juan Ignacio y Tomás.

Para esta familia, La Celina es el amor de su vida. José Oscar, como su abuelo y su padre, cumple dos ritos incondicionales de la familia. Lleva el nombre de su bisabuelo y se dedica a la ganadería, en la tierra que ese vasco inmigrante de Navarra adquirió después de 31 años de esforzado trabajo en Benito Juárez. 'Era totalmente analfabeto y, sin embargo, pudo levantar este establecimiento, que nosotros amamos profundamente y consideramos nuestro hábitat natural', sostuvo el bisnieto.

De pequeño, José Oscar era muy inquieto y siempre andaba entre los peones, alimentándose de su sabiduría práctica. 'Yo salí gaucho por ellos', afirma. Los domingos participaba de los juegos camperos que organizaban los trabajadores para divertirse en el día de descanso. De este modo, aprendió todas las destrezas criollas en las que el hombre no está completo sin su caballo e indefectiblemente, crece una relación de afecto que los hace inseparables.

Los cuatro hermanos se criaron como el padre, en constante contacto con la naturaleza. Cuando los chicos llegaron a la etapa escolar, durante la semana residían en una casa dentro de la ciudad. Todos esperaban con ansias el viernes para regresar a La Celina, y aunque coincidieron en que no hay nada mejor que un atardecer junto al campo, esa hora en los domingos se volvía el momento más aborrecible.

En la actualidad, La Celina es un campo dedicado netamente a la cría vacuna. José sigue fiel a la creencia de su abuelo, José Seberiano Larralde, quien consideraba al partido de Benito Juárez un refugio de la ganadería de Buenos Aires. Señaló que desde que comenzó a trabajar en 'La Celina' hasta la actualidad, ha habido cambios en la administración de las explotaciones agropecuarias. 'Me acuerdo que se vendía la hacienda y quedaba el dinero en los escritorios y desde allí se liquidaban los sueldos', destacó.

No obstante, rescató que aún existen en Juárez comerciantes que mantienen una relación de extrema confianza con sus clientes. Tal es el caso de la ferretería el 'Arca de Noé' de Juan D´Annunzio. 'Cuando vivía mi padre, enviaba la cuenta una vez al año y todavía me la sigue cobrando de la misma manera', indicó José Oscar.

Una conducta intachable

Durante mucho tiempo, la familia Larralde trabajó con el estudio contable impositivo de Humberto Campos. 'Todos los miembros son bien reconocidos en el pueblo -afirmó Campos-. José Seberiano era un hombre honesto y de consulta en todas las explotaciones agropecuarias. José Oscar ha heredado esa conducta de sus antepasados, comportándose correctamente en todas sus actividades, inclusive en la faz deportiva, ya que practica pelota paleta, que es un juego de origen campero'.

Los Larralde son fervientes devotos de las disciplinas de destreza criolla. Participan habitualmente en las fiestas populares, donde hay que demostrar habilidad en las pruebas gauchescas, como así también en los desfiles tradicionalistas organizados por las entidades nativistas locales. Cuando José Oscar tenía 18 años, había empezado a jugar al polo. Nunca dejó de admirar este deporte y hace un par de años, sus hijos comenzaron a jugarlo. Francisco, uno de los hermanos viaja a Estados Unidos para participar en campeonatos.

A partir de ese momento, los Larralde sumaron a su tradicional trabajo de amanse de caballos para uso personal y venta, la cría y preparación de caballos de polo. José Oscar, explica su devoción por los caballos argumentando que 'son animales nobles, cuando te quieren, lográs que te respondan incondicionalmente'.

Sin violencia

En esta tarea privilegian la técnica de doma racional que evita la violencia. Siempre tienen alrededor de 70 caballos. 'Nos encariñamos tanto que después nos cuesta desprendernos de ellos. Los vendemos a quien sabemos que los van a cuidar', indicó Juan Ignacio, que, según dicen, es el más paciente de todos para amansar potros. Tiene 19 años y está estudiando veterinaria con el objetivo de aplicar sus conocimientos en La Celina.

Una de las tradiciones que no dejan pasar un año en el establecimiento es la yerra. Después del churrasco de las 8 de la mañana, todos los Larralde están listos para enlazar y pialar los terneros de un lote. Otro momento que se convierte en una verdadera ceremonia es la carneada para hacer factura de cerdo.

El respeto a las tradiciones, cumple la función de un rito. Contribuye a reafirmar la identidad familiar y los arraiga cada vez más fuerte a La Celina. Además, la vivencia de las tareas rurales como un juego y nunca como obligación, forjó en los Larralde una vocación natural por el campo. Sin esfuerzo, cada uno siente que es una cuestión de honor conservar ese pedazo de tierra por el que Don José Larrralde abandonó sus afectos y se aventuró a lo desconocido hace ya más de un siglo. [Enlas fotografías del texto, la familia Larralde al completo en la estancia La Celina (fotos Jiarussi)]


Enlaces relacionados

El artículo original
Publicado en La Nación el 5 de marzo de 2005

'Aquel vasco que cimentó la estancia'
Artículo sobre los orígenes de la familia Larralde en Benito Juárez


Comentarios

  • 330240aaa

    son unos tontos mal hablados

    paulina, 09/09/2009 18:58

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