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Sabino Arrieta, el multimillonario vasco que protagoniza la operación inmobiliaria récord de Miami (en El Mundo)

18/08/2017

El salto a Miami de Sabino, 'el reconversor' millonario del PNV. Tiene 65 años, ayudó a fundar la Ertzaintza, el juez Garzón llegó a acusarle de pagar a ETA y se hizo rico reflotando empresas públicas. Quiso ser cura y ahora es el multimillonario vasco que protagoniza la operación inmobiliaria récord de Miami. Con el carné del PNV por bandera, pagó 13 millones por la acería en ruina Sidenor y la vendió 10 años más tarde por 444 millones

Enlace: El Mundo

Leyre Iglesias. Esta historia comienza en una familia desconocida en la Vizcaya de los años 50 y acaba este verano con la firma de una operación millonaria récord en un rascacielos de Miami. Su protagonista apenas suena en España y sólo unos pocos, ya con unos años, recuerdan sus hazañas empresariales, a menudo salpicadas de presuntas irregularidades y tratos de favor a la sombra del PNV. Se llama Sabino Arrieta Heras y pasó de trabajar en una sucursal bancaria a amasar una fortuna que lo hizo multimillonario y digno de la lista Forbes. Lo que quizá ni siquiera él imaginaba es que, a los 65 años, su carrera fulgurante en vez de llevarlo a la jubilación lo situaría al otro lado del Atlántico, haciendo las Américas en el siglo XXI.

En Brickell, el distrito financiero de Miami, se preguntan estos días quién es el "Spanish investor" (inversor español) cuya empresa, según la prensa local, ha desembolsado 5,2 millones de dólares (unos 4,39 millones de euros) por la planta baja de Brickell House, un rascacielos de 155 metros y 46 pisos inaugurado hace tres años. La joya es un local de 482 metros cuadrados, alquilado desde febrero por un restaurante de comida francesa llamado La Petite Maison en una de las manzanas más pujantes y más caras del distrito financiero, a apenas 15 minutos andando del edificio Atlantis, icono de la serie Miami Vice.

¿Cómo acaba un empresario vasco en un rascacielos del cotizado corazón del Wall Street sureño?

Junio de 1952. Sabino Arrieta Heras nace en Bilbao, el sexto de nueve hermanos. Su padre, Tomás, era director de una sucursal del Banco de Bilbao. Y Sabino, por tradición familiar -y después de estudiar para cura en el seminario jesuita de Derio- se licenció en Económicas en la Universidad de Deusto.

"En casa siempre se ha hablado mucho de economía", contó a EL MUNDO en una de las pocas entrevistas que se le conocen. Y de algo le sirvió. El chico, "muy inteligente y espabilado", según un conocido, empezó en una empresa pequeña, pero pronto siguió los pasos de su padre y saltó al mundo de la banca: primero en el Banco Industrial de Bilbao; después, con sólo 27 años, como responsable de la oficina del Banco de Gredos en la ciudad.

Pero su siguiente salto sí marcaría un antes y un después. La oferta le llegó en 1984: entrar al Departamento de Interior del Gobierno que lideraba el lehendakari Ardanza. Arrieta aceptó y se convirtió en la mano derecha del consejero de Interior, Luis María Retolaza, como nuevo viceconsejero de Administración y Planificación en los años de fundación de la Ertzaintza.

Las empresas "del PNV"

Allí tenía poder y hacía las veces de coordinador de los viceconsejeros del Gobierno, cuenta un ex compañero del Ejecutivo. También son recordadas las tardes en las que, acompañado por otros miembros del PNV, disfrutaba de la piscina de la academia de la Policía vasca en Arkaute, apunta un técnico que trabajaba allí. Aunque fue al salir del Gobierno, según fuentes nacionalistas, cuando se sacó el carné del PNV. Del alineado con el ala radical de Xabier Arzalluz, por cierto. Por entonces comenzó su escalada.

"Con otros socios se montó una especie de gabinete de empresas del PNV. Alquiló un local en el centro de Bilbao y empezó a invertir", dice una fuente solvente del empresariado vasco. El escenario, con el PNV gobernando la mayoría de las instituciones autonómicas, le resultaba inmejorable. Algunos negocios le empezaron a ir bien; otros no. Como su primera gran operación: se hizo cargo del elitista Hotel Emperatriz en la localidad costera de Lekeitio, pero en 1992 la Diputación de Vizcaya se vio obligada a suspender su adjudicación después de que se destapasen una serie de irregularidades que beneficiaban a la empresa de Arrieta.

Pero no fue un hotel lo que hizo de oro a Sabino Arrieta, sino una operación que en el sector empresarial y político vasco se conoce como "el mayor pelotazo de Euskadi" o "el negocio del siglo". El que dará fama (y dinero) a Arrieta en los años 90 y 2000, hará que lo inviten a las conferencias de José María Aznar oRodrigo Rato y lo colocará entre los más ricos de España. Una acería.

"Eran los tiempos de la reconversión industrial y Sabino Arrieta fue uno de los reconversores: fontaneros y ex cargos del PNV que se dedicaban a comprar empresas en ruina por cuatro duros para luego, con ayudas públicas, trocearlas y salvar lo que pudieran vendiéndolas bien", afirma un ex dirigente del PP vasco. La oportunidad de Arrieta se llamó Acenor: un conglomerado de factorías en declive que el último Gobierno de Felipe González quería quitarse de encima. En 1995 el ex viceconsejero, de la mano de dos compañeros de filas y de unos inversores italianos, pagó por Acenor 13 millones de euros. El negocio fue redondo: diez años después, en 2005, vendió la compañía, rebautizada como Sidenor, a una empresa brasileña (Gerdau) por 443,8 millones de euros.

Hay quienes entre los empresarios vascos sostienen que aquello fue "clamorosamente irregular"; otros opinan, en cambio, que Arrieta fue un gran gestor con enorme suerte, porque el ciclo del acero cambió y los precios subieron como la espuma. Sea como fuere, las cifras sorprendieron. Sidenor, con Sabino a la cabeza, había obrado el milagro vasco. Si cuando era pública perdía 96 millones de euros al año, pasó a ganar 50. El gigante de 5.300 trabajadores repartidos entre sus tres plantas españolas (Basauri, Vitoria y Reinosa) y Brasil se había convertido en el quinto grupo más importante en el sector del acero enEuropa.

Y sí, con aquella venta Arrieta hizo mucho dinero. Y con él aguantó los reproches por lo bajo de algunos nacionalistas: ¿por qué un patriota como él había vendido la potente compañía vasca a unos empresarios extranjeros? ¿Qué servicio hacía a Euskadi si las decisiones ya dejaban de tomarse en Bilbao?

La explicación más o menos oficial fue que Arrieta estaba cansado porque el ambicioso proyecto de expansión internacional de Sidenor que había liderado no había dado sus frutos, y que por eso mismo ya había dado un paso atrás en su compañía dejando la presidencia. En el sector empresarial vasco se comenta -con discreción- otra cosa. Que Arrieta se enfadó con el PNV: "El partido le pedía cosas y él las hacía. Cuando saltaron polémicas, vio que le dejaban solo ante el peligro, que no le respaldaban. Y se dijo: ¿Para qué seguir si puedo vender y ganar mucho dinero?", afirma la fuente empresarial citada. "Así que vendió y se fumó un puro. De la noche a la mañana se había hecho multimillonario".

El año previo a dar un paso atrás, de hecho, fue su annus horribilis. Las sospechas sobre algunos de sus movimientos empezaron a salir en la prensa. Como el que llevó a cabo bajo el paraguas de Sidenor y de la mano de una empresa vinculada a su hermano mayor José Ignacio -ex consejero de Trabajo del Gobierno vasco- a las afueras de Bilbao. La operación parecía cumplir el clásico guión de un caso de corrupción: empresario compra por una cantidad irrisoria (60.000 euros) una empresa a punto de la quiebra, Cilindros Bolueta, sus terrenos son recalificados por el Ayuntamiento (en manos del PNV e IU) y el Gobierno vasco (del PNV e IU) se los tasa por cerca de 30 millones para construir 1.200 viviendas. Populares y socialistas denunciaron plusvalías superiores a los 25 millones de euros para el reconversor. Demasiadas coincidencias y beneficios desmesurados. Pero la Fiscalía no apreció indicios suficientes.

El caso es que, a partir de su "negocio del siglo", el empresario desapareció de escena. Siempre discreto, se dedicó aparentemente a vivir de las rentas junto a la playa de Las Arenas, en Getxo. A ir a la ópera con su mujer Itziar. A navegar en barco. Siempre "muy creyente", hizo donaciones a algunas fundaciones. Se acercó mucho a la plataforma Elkarri, que defendía la negociación con ETA, cuya tregua fruto del Pacto de Lizarra ya había apoyado como parte de la delegación de empresarios vascos que se reunió conArnaldo Otegi en 1999.

Fue la banda terrorista quien, a su pesar, lo devolvió a las páginas de la prensa en 2008. Arrieta tuvo que declarar como investigado porque el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón sospechaba que había pagado el denominado impuesto revolucionario. La pista la había dado una carta incautada a ETA en Burdeos en la que la organización exigía a Sidenor 90.000 euros, tras recordar que cuatro años antes -con Arrieta aún como presidente- se le reclamaron 180.000 euros y que la mitad ya había sido abonada. Pasó una hora en el cuartel de la Guardia Civil en Bilbao y allí negó cualquier pago a la banda. El asunto quedó archivado.

Pero, a pesar de las apariencias, la ambición no le abandonó. Fuera del sector siderúrgico Sabino Arrieta también halló oportunidades de negocio. Su punto fuerte, desde entonces, es el mercado inmobiliario. A través del grupo Invivas -una pieza del conjunto de empresas interrelacionadas que tienen como puntales a las sociedades Sarasketa XXI y Nenigoen- ha salido del País Vasco y ha empezado a comprar edificios en ciudades alemanas como Hamburgo y Frankfurt. No sólo eso. Incluso lanzó una fábrica de chorizo y salchichón españoles en Gloversville, en el estado de Nueva York... Hace tres años, la lista Forbes le incluyó en el puesto número 98 de los 100 más ricos de España. La revista estadounidense le atribuía un capital de 375 millones de euros.

Esta vez, en Miami, Sabino Arrieta ha cambiado de estrategia. Quedan lejos los años en que compraba empresas ruinosas en busca de ganancias. Esta vez su empresa ha pagado 3,2 millones de dólares más que lo que el local de La Petite Maison costó hace sólo tres años. Esta vez el vendedor tampoco es ya el Estado sino un inversor mexicano. Y en su nuevo inmueble no se fabricarán aceros especiales, sino que se cocina pato a la naranja con vistas a la bahía de Biscayne para banqueros, empresarios y brokers dispuestos a pagar al menos 50 dólares por cabeza. "Yo a donde voy, voy a mandar", se confesó Sabino en una entrevista para el libro Historia de la Policía Autónoma vasca. El reconversor sigue en forma.



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