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La inesperada vida de artista de Anselmo de Guezala y Guinea (en Deia)

09/07/2018

Anselmo de Guezala y Guinea (Bilbao, 1920) estabadest inado a ser artista, como lo fueron su abuelo materno, su padre o su tío. Pero no fue hasta 1960, cuando emigró a Brasil, cuando se pudo dedicar en exclusiva a la pintura

Enlace: Deia

Javier González de Durana. El destino de algunas personas parece estar claro, casi predeterminado, desde el mismo momento de su nacimiento. Hay individuos que reciben en su infancia de manera inconsciente y no planeada un cierto saber hacer y una querencia hacia tareas que, siendo habituales en sus entornos familiares, terminan por convertirse también, llegada la edad adulta, en su actividad profesional: médicos que lo son porque su padre y su abuelo los fueron, abogados que siguen una tradición mantenida a lo largo de generaciones… Las circunstancias del entorno cercano educan al individuo en su carácter tanto como le condicionan en sus decisiones. Después, los vaivenes de la Historia, entremezclándose con la suma del carácter y la voluntad, vienen a marcar el camino que cada cual sigue y que casi nunca resulta ser como uno creyó que sería. Si alguien hubo nacido en Bilbao durante el primer cuarto del siglo XX que parecía destinado a ser artista por tales causas ambientales ese fue Anselmo de Guezala y Guinea. Su abuelo materno había sido Anselmo Guinea Ugalde, uno de los actores principales de la primera generación de artistas vascos que a partir de 1885 propició la modernización impresionista de la pintura, y su padre, Antonio de Guezala Ayrivié, fue el integrante de la segunda generación que a partir de 1910 introdujo notas artísticas de vanguardia. Por completar el cuadro, un tercer pintor de relieve, Isidoro Guinea Zugazaga, era tío suyo. Un magisterio inmejorable en casa.

Anselmo nació en Bilbao en 1920, así que con 16 años vio el comienzo de la guerra y, por tanto, sufrió la interrupción del desarrollo cultural de la ciudad. Hizo estudios de aparejador en una academia privada tras la liberación de Bilbao en junio de 1937, pero la parálisis del mercado inmobiliario y el deseo de acercarse al arte hicieron que en 1941 se trasladase a Limpias (Cantabria) para aprender los procesos de producción de cerámica en la fábrica de loza Cerámica Artística que puso en marcha Ignacio Zuloaga el Mozo (hijo de una hermana de Ignacio Zuloaga, el pintor) y con actividad entre 1939 y 1948.

Es más que probable que la iniciativa de ir a Limpias viniese también por indicación de su padre Antonio, quien había regresado a Bilbao desde el exilio en febrero de 1941, momento en que fundó Cerámicas Guezala, una empresa familiar de cerámica artística (al estilo de la valenciana Lladró, que surgió en 1953) cuyas instalaciones se encontraban en la calle 4 de enero (actualmente Sorkunde) en el barrio bilbaíno de Solokoetxe, y a las cuales Anselmo se incorporó en 1943 con los conocimientos adquiridos en Limpias.

Esta empresa tuvo graves dificultades para la producción de sus cerámicas, especialmente por los cortes de suministro eléctrico y la anemia económica general, cerrando en 1946. Tiempo de estrecheces y penurias, con unos artistas exiliados y otros colaborando con el Régimen dictatorial, la familia Guezala sufrió las circunstancias políticas del momento y que sobre la cabeza del pater familiae, Antonio, pesara el delito de haber colaborado activamente con el Gobierno de Euzkadi, tanto durante la guerra como inmediatamente después. En 1950 Guezala contrajo matrimonio con Cely Jiménez Castro y de seguido ambos marcharon a Caracas. Venezuela era en aquel tiempo un país de prosperidad al que muchos vascos dirigieron sus pasos.

Se integró de inmediato en el Centro Vasco (cuya nueva sede fue inaugurada en marzo de 1950 por José Antonio Aguirre y Jesús de Galíndez) y en esos locales presentó al público por primera vez sus pinturas. En todo caso, el sustento familiar procedía todavía de su trabajo como delineante en la empresa de Ingeniería de Suelos de los Hermanos Guerra. En Caracas tuvo que coincidir con los escultores navarros José Ulibarrena y Vicente Arnoriega, con el pintor guipuzcoano Eloy Erentxun y tantos otros. El fuerte impacto de la abstracción geométrica venezolana en aquel tiempo (Jesús R. Soto, Alejandro Otero, Carlos Cruz-Díez…), sin embargo, no llegó a afectarle como estilo para entrar en su práctica.

EMIGRACIÓN A BRASIL. En 1960 tomó una decisión que cambiaría su vida: marchó a Sao Paulo (Brasil) atraído por una actividad cultural mucho más rica que podría favorecer su dedicación exclusiva a la pintura. La intención era vivir como artista tras abandonar la actividad de delineante y buscar el mejor entorno donde desarrollarse.

Casi seguro que un motivo para emprender este viaje fue el hecho de que el año anterior, en 1959, se fundó el Centro Vasco paulista y le debieron de llegar informaciones de que las expectativas artístico-laborales eran muy buenas. Allí realizó obras de acusada iconografía tropicalista y debió de conocer la obra de los artistas del Grupo Ruptura de arte concreto y abstracto formado en 1952, en el que participaron Lothar Charoux, Geraldo de Barros, Anatol Wladyslaw... Un grupo que se posicionaba contra el “figurativismo-hedonista, producto del gusto gratuito que busca la mera excitación del placer o el desagrado”, y defendía al arte como un medio de conocimiento, ejercicio imaginario y, asimismo, exigía que dejara de “representar” para “ser realidad”. Demasiado radicales para Guezala, no obstante, le aportaron aires de renovación y frescura. También debieron llegarle los ecos del éxito que Jorge Oteiza había obtenido con el Primer Premio Internacional de Escultura en la IV Bienal de Sao Paulo de 1957, apenas tres años antes. Todo ello tuvo que ser muy excitante.

Debió de pintar bastante en esa línea tropicalista, aunque no duró mucho tiempo porque, de nuevo, un golpe inesperado frustró toda esperanza: un grave accidente de tráfico le partió el brazo derecho al caer un tronco de un camión de maderas sobre el coche en el que viajaba. Tras una operación quirúrgica que le permitió recuperar el brazo, regresó a Bilbao en 1961.

Y así dio comienzo a la etapa más productiva e íntegramente dedicada a la pintura por Anselmo de Guezala, entre 1961 y 1968. Marchó a América para sobrevivir e intentar ser pintor, pero sólo logró esto último cuando regresó a su ciudad natal. Su repertorio iconográfico se centró en arrantzales, arraunlaris, jóvenes madres en puertos marineros, niños, hombres en actividades de rudo trabajo, romerías... Guezala hijo fue, cuarenta años después, menos audaz que su progenitor, Antonio. Si éste bebió del futurismo, el cubismo y el constructivismo, semilleros de arte por venir, Anselmo revivió el estilo tardo-impresionista, un rescoldo del pasado, para maridarlo con los temas que habían tenido éxito décadas atrás. Solamente algunos dibujos para diseños de expositores de joyas (que nunca dio a conocer) acusan algo la influencia vanguardista latinoamericana que conoció.

INFLUENCIA DE AURELIO ARTETA. Su decisión fue la de entroncarse con un pasado brillante de la pintura vasca, muy en particular con la de Aurelio Arteta. Algunas de sus obras siguen muy de cerca lo que Arteta había hecho décadas antes, pero Guezala no se limitaba a replicar o repetir, sino que dio un aire de actualidad a escenas y personajes populares. Digamos que puso al día una iconografía que ya nadie practicaba aquí. Recuérdese que esos años 60 ven el nacimiento de los grupos Gaur, Hemen, Orain y Danok (en este último se integró Ulibarrena, el viejo conocido de Caracas), bajo en influjo de Oteiza, es decir, practicando la abstracción, la geometría, el informalismo, el compromiso social…, los jóvenes (Zumeta, Ibarrola, Sistiaga, Ortiz de Elguea…) habían elegido otros caminos pictóricos.

No obstante, en esa retro-representación de un mundo de campesinos y marineros practicada por Guezala había cierto componente de reivindicación implícita que apelaba a determinada autenticidad y a las raíces populares. Ello derivó en un sostenido éxito para su producción artística. Guezala lo vendía todo en su propio estudio. Y debe verse en ello una decisión singular: no exponer individualmente y no trabajar con galería alguna evidencian un innegable rechazo de la notoriedad, tanto personal como artística. Durante aquellos años 60 ganó premios (Ayuntamiento de Barakaldo), recibió encargos para pintar murales en cafeterías modernas (Gaztedi, al comienzo de Colón de Larreátegui en 1966), participó activamente en la Asociación Artística Vizcaína y, en definitiva, pudo pintar y vivir de ello.

Se puede apreciar una evolución técnica y conceptual durante esta etapa: de utilizar el pincel pasó a manejar preferentemente la espátula, sin agresividad, con delicadeza. Y hasta puede afirmarse que en sus últimos lienzos existe una depuración o síntesis que permitía conjeturar su desembarco en la abstracción pura…, pero no dispuso de tiempo. Una enfermedad acabó con su vida en 1968, sin llegar a cumplir el medio siglo de existencia.



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