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Algunas cifras. El euskera no entiende de fronteras, un reportaje de Nazareth Bernhart (en Noticias de Navarra)

04/12/2017

En Argentina, el país que más emigrantes navarros y vascos acoge del mundo, 804 personas estudian euskera activamente, y una docena cuenta con títulos oficiales de alta nivelación. El Gobierno Vasco financia desde hace 27 años el fomento de la lengua en la diáspora. Para 2017-2018, la ayuda es de 234.000 euros.

Enlace: Noticias de Navarra

Nazareth Bernhardt. En Argentina se dice que argentinos en sí hay pocos. Argentino en sí como aquel cuyo historial genético tiene mucho que ver con el que tenían los que vivían en estas tierras antes de que comenzara la conquista española. Desde entonces, especialmente a finales del siglo XVII, fueron cientos y cientos de miles los europeos que iban llegando para quedarse. Entre ellos, navarros y vascos, la gran mayoría hombres no primogénitos que, con poca proyección de futuro en caso de no querer formar parte del clero, vinieron a hacer las Américas. Y fueron llegando y extendiéndose por todo el país, dejando una larga lista de descendientes que hoy cuenta con más de 15.000 apellidos con el euskera como base;se estima que el 90% de la población argentina tiene, al menos, un antepasado europeo y, del total, más del 10% tiene un origen navarro y/o vasco.

En aquellos primeros años, eran muchos los vascos y navarros que tenían problemas para comunicarse en castellano, hasta el punto de que en los periódicos locales era normal que aparecieran anuncios, tanto de empleo como de oferta cultural, en euskera. A mediados del siglo XIX, y con la segunda oleada de inmigración proveniente en su mayoría de zonas rurales, hacia 1850 se edita y publica en Buenos Aires el Gramera Berria, renombrado después Manual de gramática vasca para aprender castellano, de Francisco Jáuregui, natural de San Juan de Luz;el éxito del libro llevó a su reedición en 1870. Pero con el paso del tiempo, esta lengua pasó de ser una herramienta comercial y social para quedar casi excluida al ámbito privado, hasta la tercera y última inmigración masiva en los años en torno a la Guerra Civil.

AL MENOS, 140 AÑOS DE BASE“. En Argentina se imparten cursos de euskera desde la misma fundación de los centros vascos”, es decir, desde hace al menos 140 años, explica Gabriela Mendia, técnica de euskera de la Federación de Entidades Vasco Argentinas, FEVA, fundada en 1955 y cuyo objetivo es coordinar las euskal etxeak del país. Incluso, durante la dictadura franquista, Argentina se convirtió en “el lugar donde se publicaron textos en euskera y, en particular, en lo que a la enseñanza respecta, manuales de gramática y diccionarios”.

A finales de los años 80, Mendia explica que las euskal etxeak argentinas “manifiestan la necesidad de contar con transmisores del euskera y hacen un pedido al Gobierno Vasco para formar a profesores” de euskera en el país, ya que los que hasta entonces impartían las clases eran euskaldunes nativos de avanzada edad. Dicho y hecho: para 1990 había cuatro profesores en cuatro centros distintos impartiendo clases a un total de 40 personas.

En la actualidad, solo el Gobierno Vasco subvenciona de forma directa el fomento de la lengua en la diáspora y la cuantía destinada a la promoción del euskera en todo el mundo para este curso es de 234.000 euros. Para Jokin Azkue, director general de HABE, la importancia de transmitir y fomentar el euskera en el resto del mundo radica en que “es un deber por parte de las administraciones encargadas de gestionar la política lingüística en torno al euskera favorecer que todo aquel que quiera aprender euskera o mejorar su destreza en esta lengua pueda hacerlo, y no nos podemos olvidar de la diáspora” porque, al final, “son nuestros mejores embajadores en el mundo”. El Gobierno de Navarra, por otra parte, no financia directamente el aprendizaje del euskera en la diáspora, sino que, tal y como explican desde el Ejecutivo foral, “se otorgan subvenciones a los centros navarros (en Argentina hay cuatro) para actividades culturales”;es decir, queda en manos de las casas de Navarra la decisión de qué acciones se realizan con las ayudas recibidas. En este sentido, el Gobierno foral destina 50.000 euros anuales a los centros navarros en Argentina y reparte otros tantos entre las casas navarras del mundo para la realización de actividades culturales;los centros argentinos también pueden optar a esta segunda convocatoria si tienen más proyectos en marcha.

Gracias a estas ayudas, la demanda ha crecido tanto que el medio centenar de alumnos se ha incrementado hasta los 804 actuales, 20 de ellos menores de edad, según datos de FEVA, aunque puede haber otros centros que impartan euskera y que no estén en nuestra lista”, aclara Mendia. Los cuatro centros se han multiplicado por siete y hoy son 48 los profesores que imparten 79 cursos en 26 centros y dos universidades públicas. Además, existe una asociación cultural y de beneficencia, la Euskal Echea, que cuenta con un hogar de ancianos y dos colegios, uno en la Ciudad de Buenos Aires y otro en Llavallol, localidad a 35 kilómetros al sur de la capital argentina, en los que se imparten clases de euskera a 1.500 alumnos;una hora obligatoria a la semana desde tercero de infantil hasta 3º de ESO. Además, una veintena de argentinos tiene altos niveles de dominio de la lengua, con títulos de segundo y tercer nivel de HABE, incluso el EGA.

ALGUNOS DE LOS PROTAGONISTAS. El euskera “siempre me gustó. Es el idioma de mi familia, me gusta hablarlo”, dice Iñaki Aramayo Bilbao responsable de comunicación de Euskal Echea y uno de los profesores de la asignatura obligatoria de Lengua y cultura vasca del colegio porteño. Este platense de 44 años empezó a estudiar euskera prácticamente en la cuna. Su padre y abuelos, nacidos en Ondarroa (Bizkaia) llegaron en 1948 a la ciudad de La Plata y pronto instalaron su hogar en el que era el centro vasco de la localidad. “Mi abuela hablaba euskera, mi padre lo aprendió después y yo lo estudiaba cuando podía”, relata. Tal es así que desde 1992 y durante cuatro años formó parte del programa Argentinan Euskaraz;que durante los meses de verano y las vacaciones de invierno llevaba a jóvenes de las euskal etxeak a internados locales, primero, y a barnetegis, después. Aramayo completó su formación en el centro de Lazkao (Gipuzkoa), la experiencia que más le sirvió para progresar en el idioma. “Estábamos allí todo el día y a la noche cenábamos y dormíamos con familias del pueblo, algo que terminó siendo muy fructífero porque solo se hablaba en euskera”, recuerda. Hoy, Aramayo tiene el segundo nivel de HABE, equivalente a un B2, pero quienes lo conocen y saben dicen que “parece más”. Tal es así que es corresponsal en América Latina de Euskal Irratia y colabora con EiTB.

Un perfil similar guarda Sabrina Otegui que, si bien tiene orígenes vascos, no fue hasta el último año de universidad, mientras estudiaba la carrera de Letras, cuando empezó a conocer la cultura de su bisabuelo, natural de Tolosa, tras una clase de lenguas europeas en la que apareció el euskera: “No sabía qué era y, cuando lo descubrí, me acerqué a Euskaltzaleak y empecé a estudiar”. Entonces, en el año 2000, Sabrina tenía 27 años y en 2008 consiguió el EGA tras una segunda estancia en un barnetegi. Ahora, además de ser profesora universitaria, es corresponsal en Argentina del portal de la diáspora Euskal Kultura e imparte euskera en Euskaltzaleak, uno de los dos centros de la capital argentina y el que cuenta con mayor número de estudiantes, casi un centenar. Uno de los mayores atractivos de este centro es que ofrecen la posibilidad de estudiar euskera desde casa, online. Ante el importante absentismo y abandono escolar “porque estamos en el centro de la ciudad y es difícil viajar”, decidieron dar el paso virtual: “La gente puede estudiar sin tener que ir a la sede e, incluso, sirve como apoyo para los que sí pueden ir”. Este curso consta de 22 unidades gramaticales con ejercicios que Otegui corrige y entrega a través del correo electrónico. “Nuestra gran apuesta es llegar a la gente que no forma parte de la colectividad y así conseguir que conecten de otra manera” con la CAV y Navarra.

Este es el gran objetivo de quienes fomentan el euskera desde la diáspora. Iñaki Aramayo, por ejemplo, es el maestro de ceremonias en eventos como el Buenos Aires celebra, una actividad que cada fin de semana dedica a una región del mundo para promocionar las diferentes culturas: Cuando es el turno del País Vasco, “hablo en castellano, pero también en euskera y mucha gente no entiende nada, pero, por lo menos, así la gente sabe que existe este idioma”.

Y lo están consiguiendo. Marita Mariosa y César Fateche son dos de las decenas de alumnos que estudian euskera sin tener, que sepan, antepasados euskaldunes. Ella, de ascendencia italiana, es nuera de un donostiarra. Él, yerno de un navarro de Auza, aunque “sospechamos que mi apellido es vasco-francés”. Los dos llevan algo más de un año estudiando euskera en Buenos Aires, en el Laurak Bat (la euskal etxea más antigua del mundo) y en Euskaltzaleak respectivamente.

“Ya soy todo un euskaldun: sé contar hasta 10 y pedir una cerveza en un bar”, bromea Fateche. Hace un par de meses viajó con Leire, su pareja, a Navarra y al País Vasco y “pude mantener conversaciones de 10 segundos antes de pasar al castellano”, continúa. Su primer contacto con el idioma fue “por curiosidad” al acompañar a su pareja a las clases, “pero también por mis deseos de aprender idiomas”. Sin embargo, una vez integrado en Euskaltzaleak, “conocí un grupo de gente con los que me encanta compartir este cariño por una cultura que hasta un tiempito atrás era desconocida para mí”, cuenta este ingeniero de 31 años.

Marita Mariosa, administrativa del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, lleva 13 años ligada al Laurak Bat;los mismos que su hija lleva como dantzari. Desde entonces, participa activamente en diferentes actividades, y hace algo más de un año decidió dar otro paso para “relacionarme un poco más con la historia de mi familia política”. Ir a las clases “es terapéutico”, dice, aunque reconoce la dificultad que le supone: “Lo que más me cuesta es el vocabulario, mis compañeros vienen de familias vascas y hay palabras que usan habitualmente, pero creo que he progresado bastante”.

Para todos, estudiar euskera va más allá de una utilidad práctica, pero, sobre todo, de una política. Marita Mariosa destaca la autenticidad del idioma: “No se parece a ningún otro”. “Me dedico a la lingüística, pero en esta lengua hay algo más, algo que me resulta muy difícil de explicar, muy ligada al sentimiento”, subraya Sabrina Otegui. Para César Fateche, lo más importante es que “Argentina es un país que se formó por inmigrantes”, por lo que “es importante conocer nuestras raíces y valorar de dónde venimos”. Por último, Iñaki Aramayo considera que “lo más importante es que el euskera no se pierda”, y que se conozca a navarros y vascos “por cosas buenas, como la cultura, es nuestra tarea desde la distancia”, concluye.

La promoción del euskera no solo parte de la actividad de los centros. Muchos descendientes de navarros y vascos han publicado libros narrando los porqués de su inmigración. Otros, comerciantes, deciden poner a sus tiendas nombres en euskera;y otros crean grupos de música, por ejemplo, y solo cantan en este idioma. Pero lo cierto es que el euskera está en casi cada esquina de Argentina.



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